El valor más sobresaliente del PCCC colombiano tiene que ver con el esfuerzo humano que varias generaciones de cafeteros y sus familias han plasmado sobre la tierra para conseguir, de una manera continua, su sustento. Este paisaje es el resultado de la interacción respetuosa con el entorno de unos hombres visionarios que llegaron a esas tierras desde finales del siglo XVIII y que encontraron en café una fuente de ingresos para sus familias. Esta actividad se convirtió a la postre en el principal motor de desarrollo de esta zona del país.
Sin embargo, producir un café no es una tarea sencilla. Se requiere las condiciones agronómicas ideales que ofrece la región cafetera, además del trabajo y esfuerzo colectivo de miles de productores que viven con pasión y dedicación esta actividad. Este esfuerzo comunitario empieza con la siembra del cafeto en las altas pendientes de las montañas de la zona y continúa con el cuidado y mantenimiento de la planta por cerca de dos años antes de obtener la primera cosecha. Cuando los frutos están en el estado óptimo de desarrollo, el cafetero realiza la recolección manual con el fin de recoger únicamente las cerezas maduras. Su trabajo continúa con el lavado, despulpado y secado en la finca. Todas estas prácticas culturales, intensivas en mano de obra, han sido implementadas con el fin de maximizar la calidad del producto y garantizar la sostenibilidad económica, ambiental y social de la actividad cafetera.
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